diciembre 22, 2024

«En lo tecnológico la sociedad será más dinámica, pero muchísimo más desigual»

"Se está creando valor con inteligencia artificial sin trabajo. Y al crear valor sin trabajo, el costo marginal es cero. O sea que la empresa puede multiplicarse con mayor facilidad, pero es clave la posesión de los datos"

Compartir en:

La irrupción de la Inteligencia Artificial revolucionará la economía del futuro, asegura el economista Martín Tetaz. Se reconfigurarán los vínculos laborales. Cobrarán relevancia los sectores dinámicos por sobre el Estado nación.

En la Argentina del presente perpetuo se hace difícil mirar más allá, vislumbrar las formas del porvenir. Y lo que se deja entrever no tiene precisamente un rasgo alentador. El economista Martín Tetaz proyectó en Nada será igual, un viaje a la economía del futuro, su último libro, el trazo grueso de un sistema económico donde primará el manejo de datos, habrá mayor desigualdad y en el cual los sectores dinámicos impondrán su lógica por sobre el peso del Estado nación.

-¿Cuán futurista considerás tu libro? ¿Realmente la disrupción que provocará la inteligencia artificial en el aparato productivo está a la vuelta de la esquina?

-La verdad es que cuando empecé a escribirlo me invitaron a una presentación de la Universidad de la Singularidad en el 2013. De esto hace ya 8 años. En ese entonces, cuando empecé a pensar en el libro, era un tema de ciencia ficción. Era bien futurista, pero lo que empezó a pasar en el medio es que buena parte de las cosas que yo pensé que iban a ocurrir en el futuro ya estaban pasando. Por ejemplo, en la presentación del libro hablé del fenómeno de la economía colaborativa y de cómo íbamos a utilizar las cosas sin necesidad de ser dueños, que tiene que ver con que usamos poco los autos, el principal capital de la familia, y están parados todo el día. Lo cual es poco económico para nosotros y para la sociedad. Y que tenía más sentido que uno tuviera una aplicación en el celular y levantara un auto de la calle como ocurría en la Ciudad de Buenos Aires con los monopatines. Un montón de gente que estaba en esa reunión me dijo que eso ya pasaba en Canadá, entre otros países. Cuando empecé a pensar el libro había salido la primera hamburguesa y costaba 250.000 dólares, y ahora sale 900. O lo que bajó el costo de la energía solar. Ni hablar de la aceleración y el cambio tecnológico que generó la pandemia.

-En el texto abordás el concepto de Uberización de la economía. ¿Es el fin de la intermediación en vastos sectores de la economía?

-Todas las actividades donde hay instancias de intermediación van a ser uberizadas. ¿Por qué? Porque las actividades de intermediación en general son bastante ineficientes. En comercio, cada 1.000 pesos que una persona gasta en góndola, 200 son de intermediarios. Ni hablar del sistema financiero. Hay un costo de intermediación que es altísimo y que se lo está comiendo ahora como un PacMan la uberización.

UNIVERSO DATA

-¿Los datos pasan a ser el nuevo capital en la economía del futuro?

-Sí, tal cual. Los datos son el petróleo del siglo XXI porque vamos hacia una economía de costo marginal cero, que a diferencia de lo que fue la última revolución industrial, en la última etapa de la globalización, ganabas un mercado para venderle 1 millón de autos a los chinos pero tenías que fabricarlos. Y era un dolor de cabeza porque había que conseguir recursos, insumos, personal, tener una planta. Ahora se está creando valor con inteligencia artificial sin trabajo. Y al crear valor sin trabajo, el costo marginal es cero. O sea que la empresa puede multiplicarse con mayor facilidad, pero es clave la posesión de los datos. Voy a poner un ejemplo: yo desarrollo el diseño de un mueble. Va a ir todo impreso en 3D y el cliente lo va imprimir y armar en su casa. Pero el diseño me lo tiene que comprar a mí. Los datos van a ser claves para saber cómo se administra la posibilidad de compartir bienes, por ejemplo los autos. Una empresa de autos que tenga buena información acerca de la frecuencia con que cada persona en un lugar usa un auto va a poder maximizar la utilidad de comprar vehículos y ponerlos a disposición de la gente como si fueran monopatines.

-Va a ser clave para enfocar la oferta.

-Exactamente. Antes la oferta estaba, pero la gente iba al shopping y buscaba esa oferta. Ahora la oferta se hace a medida del consumidor. Y eso es una gestión de datos, esencialmente es explotar datos. Hoy las plataformas que manejan datos nuestros, por ejemplo Facebook, no valen tanto como red social sino por la capacidad de juntar datos.

-No aparenta ser un esquema de mayor horizontalidad, que gane en igualdad. ¿Las compañías grandes que tengan los datos primarán en el mercado por sobre los que no los posean?

-Es una exacerbación de este modelo porque la acumulación de datos permite crecer. Cuando se produce con costo marginal cero te permite ser mucho más eficiente cuanto más grande sos. Eso es lo que ocurrió con Google, entre otras. Una vez que alguien saca una ventaja en explotar los datos, gana un mejor posicionamiento cuanto más datos tiene. Waze se fue transformando en una de las compañías más importantes en la pandemia porque puede informarles a los gobiernos cómo viene la movilidad. Ese tipo de información es muy potente.

EMPLEO

-Esto se conecta con el empleo y en tu libro hacés referencia al fantasma de la Revolución Industrial, el impacto que genera todo cambio. ¿Qué ocurrirá?

-Todas las revoluciones industriales anteriores generaron temor, pero todas terminaron igual: fracasó el pronóstico agorero. El último de ellos fue el libro famoso de Rifkin (Jeremmy) de la década del «90 que se llamaba El fin del trabajo. Este pronóstico fracasó porque finalmente Estados Unidos hasta antes de la pandemia tenía record de empleo, el más alto de los últimos 45 años. Ni hablar del mercado asiático, con millones de personas incorporadas al mercado laboral.

-Pero hay maneras y maneras de trabajar. En tu libro destacás que el empleo en relación de dependencia quedará solamente para las grandes compañías.

-Tal cual. Probablemente veamos formas de trabajo que ni siquiera nos imaginamos. El otro día me contaban una historia de una categoría laboral que es freelancer. Es un tipo que se levanta y a la mañana contesta encuestas por las cuales le pagan, al mediodía hace el testeo de un producto, a la tarde maneja un auto y hace el trabajo de Uber, y a la tardecita reparte pedidos. No tiene un empleador fijo y ni siquiera tiene uno solo, sino varios. Reparte su tiempo en varias empresas. Probablemente veamos que aquellas empresas grandes que tienen la ventaja de trabajar con datos y por lo tanto hacerlo con costo marginal cero, que se van haciendo monopolios como Google o Amazon, a esas les conviene tener a la gente en relación de dependencia. En cambio las empresas que son más chicas no van a poder soportar nunca la estructura de relación de dependencia, les va a resultar costoso. Vamos a una estructura del empleo que va a ser mucho más heterogénea de la que vemos ahora.

-Y ese fenómeno, visto desde esta Argentina que tiene 42% de pobreza y un alto desempleo, ¿puede ser mejor o peor para empezar a salir del pozo?

-Eso es polémico porque brinda oportunidades que de otra manera… Por ejemplo, cuando se discutía la aparición de Mercado Libre o Uber se decía que el empleo que iban a generar era un empleo descalificado. Y ocurrió todo lo contrario. Terminó encontrando empleo un montón de gente de nivel económico bajo que no tiene una oportunidad. No generan un empleo de $ 100.000 por mes, con vacaciones y obra social, precisamente no. Pero la gente que están contratando tampoco son personas que antes tenía un empleo semejante. No están reemplazando un empleo industrial calificado sino tomando una persona que hoy probablemente estaba desempleada.

-En el libro escribís: «La arquitectura contractual también se modernizará». ¿Eso es algo que la Argentina necesita en lo inmediato?

-La Argentina lo está necesitando porque tiene una legislación laboral de la década del «70. Argentina está atrasada 50 años. Con esta estructura no se genera empleo. En todas estas actividades más novedosas que se expanden hay posibilidades de armar otra arquitectura contractual. Hay una ley de tecnología de la información y una suerte de legislación laboral para este sector. El segundo ejemplo es la energía renovable o el caso de Vaca Muerta, que tienen un marco regulatorio nuevo. Se empieza de cero porque son procesos que antes no existían. Esta trama comienza a construirse por encima de lo que hoy está funcionando en la Argentina. Habrá gremios que se adaptarán a estos cambios más rápidamente y otros que resistirán. Hay un punto que es importante: mucha gente me pregunta si la Argentina no está atrasada para la posibilidad del avance tecnológico que se viene. Yo lo que digo que este avance no es a nivel país. Hoy la variable relevante no son los países sino especialmente los sectores. Argentina tiene sectores que son dinámicos que funcionarán con las normas nuevas, y sectores que no son dinámicos y que seguirán funcionando con las normas viejas, o no funcionando.

INVERSION

-Un punto urgente para la economía argentina es la radicación de la inversión extranjera directa. En el libro se da el ejemplo de Irlanda, que bajó la carga tributaria corporativa provocando el desembarco de numerosas compañías. ¿Es un mecanismo aplicable a nuestro país?

-Lo podríamos ensayar, pero al mismo tiempo las negras también juegan. Lo que empezó a pasar, sobre todo tras la pandemia, es que en el mundo desarrollado se dieron cuenta de que esa competencia se los iba a comer crudo. Por eso ya hubo un pedido de Janet Yellen, la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, pidiendo articular una tasa mínima de ganancias mínimas a las sociedades global. Y pidió articular en el G-20 el cobro de un mínimo, que nadie baje de 35% de impuestos. ¿Por qué? Porque eso le permitía a Estados Unidos subir los impuestos sin perder empleo. Empieza a ser más difíciles hacer eso hoy en el mundo. Pero claro que va a haber oportunidades porque la radicación de empresas va a trascender al Estado Nación y la discusión se va a dar más entre sectores. Cada vez es más difícil para los Estados regular esto y cada vez es más difícil cobrar impuestos también. La sensación que tengo es que se van a fortalecer los Estados locales porque pueden cobrar impuestos sobre la tierra, y vos finalmente en algún lugar tenés que vivir. Pero para todos los otros impuestos que tienen que ver con transacciones o con crear valor, va a ser irrelevante donde se esté instalado.

-¿Esto puede llevar a que la planificación económica se incline hacia una especialización? Es decir, tengo dos o tres sectores dinámicos, apostemos a ellos.

-Obviamente hay un margen de mayor especialización. En industrias culturales hay una posibilidad, en industrias tecnológicas claramente Argentina fue una de las primeras en tener Unicornios. Evidentemente hay oportunidades. Tenemos alrededor de 44 universidades nacionales. En la comparación regional, a pesar de las críticas que hacemos hacia adentro del sistema educativo, que tiene muchos problemas, todavía es un sistema que en la comparación sale bastante bien parado. Las empresas siguen buscando la masa crítica que sale de las universidades. Por ejemplo se radican en Córdoba, en la zona del Gran Buenos Aires, en Rosario. En general van buscando esa materia prima que la Argentina tiene.

-Igualmente sos crítico en tu libro sobre la calidad del sistema educativo, lo ves anticuado. Decís que «es un hijo huérfano de la revolución industrial».

-Ni siquiera es en la Argentina, el problema es el sistema educativo en el mundo. Ken Robinson hizo un diagnóstico del sistema educativo en los Estados Unidos que uno lo escucha y piensa: Está hablando de los problemas de la Argentina. El de Estados Unidos es un sistema que plata no le falta, tiene recursos, pero que sin embargo atraviesa el mismo divorcio entre la actualidad y la nueva forma de creación de riqueza, la nueva forma de extracción de valor. Nosotros todavía estamos formateados a la vieja escuela. Se está produciendo una transformación que exige una educación diferente. Al mismo tiempo la pandemia dejó en claro que no es tan fácil, porque la escuela no es solamente transmisora de conocimientos, es además un espacio de vinculación social. Tal vez la escuela como institución sea difícil de cambiar o reemplazar, pero quizás cambie mucho lo que pase adentro de la escuela.

-En tu proyección la economía podría quedar dividida en dos franjas: una economía de mercado, más competitiva, y una economía social que operará de otra manera. ¿Esto amenaza la movilidad social? ¿Quedará estratificada la sociedad?

-Hay dos dimensiones para contestar. Desde el punto de vista tecnológico la sociedad va a ser muchísimo más dinámica de lo que vemos ahora, pero al mismo tiempo muchísimo más desigual. Antes tenías que ser exitoso durante 20 años para ganar un millón. Eso cambió. El ejemplo que se me ocurre es el de Paulo Londra, un pibe desconocido, por debajo del radar de las discográficas, crea un hit en spotify, lo sube él directamente sin intermediarios, mete 600 millones de reproducciones y gana 2 millones de dólares. Hay ascensores que permiten una movilidad social espectacular, a una velocidad que no existió nunca en la historia, y son muy democráticos. Antes tenías que ser el hijo de, ahora eso está habilitado para todo el mundo. Al mismo tiempo, el sistema educativo tradicional, sobre todo en la Argentina, está estratificando cada vez más a la sociedad. Ya los contenidos no importan, los aprendo en Youtube. Pero la escuela está operando en la práctica como un estratificador social, como un segregador. Ya la escuela pública quedó como refugio para los pobres. La clase media se fue masivamente a la escuela privada. Y ahora hay un proceso de segregación dentro de la escuela privada a través de la matriculación. Hay colegios en Buenos Aires que cobran 100.000 pesos por mes la matrícula. Eso no es porque el contenido sea mejor, sino porque esencialmente te estás asegurando de que tus hijos vayan con los hijos de. Y esa estratificación concentra mucho el capital social que va a ser clave en la oportunidad de los próximos años y hace que la estructura social argentina sea más difícil de romper, y de hecho desarma buena parte de los ascensores sociales que antes tradicionalmente permitía la escuela para todos.