El gobierno tropieza insólitamente una y otra vez con la misma piedra. El error de vetar vacunas norteamericanas le produjo un daño difícil de revertir. Los varados en el exterior, otro tanto.
La vicepresidenta y otras voces del oficialismo suelen pedir a la oposición que no use políticamente la pandemia. La exhortación es correcta, pero incompleta. Deberían decir: no usen políticamente la pandemia, porque nosotros ya no podemos.
Hace apenas un par de meses el presidente creía que la vacunación masiva podía ser una bandera de campaña, pero la idea se fue por el drenaje, no importa con qué porcentaje de inoculados se llegue a las urnas (ver Visto y Oído). Al escándalo del vacunatorio VIP, del récord de muertos y de la falta de segunda dosis de Sputnik, esta semana se sumó en el Congreso el bloqueo explícito de vacunas norteamericanas.
El error de cerrar la puerta a las vacunas de ese origen y abrirla a las rusas, chinas o de empresarios amigos fue cometido el año pasado, pero explotó en el año en que hay que votar. Otra muestra de que las estrategias del gobierno son de plazo ínfimo y de que sus decisiones son siempre tentativas.
Por otra parte la lenta llegada de vacunas lo llevó a reincidir en el encierro colectivo que ya produjo una devastación el año pasado. Una medida que, además, hizo que el presidente perdiera sucesivas batallas a manos de una oposición inorgánica, sin líder y en estado deliberativo.
Así, el gobierno tuvo que dar marcha atrás con la de la educación presencial, después con la reapertura comercial en pleno récord de contagios y muertos, y por último con la habilitación de Pfizer. Pero no conforme con esta serie de fracasos volvió a cerrar el ingreso de Ezeiza y reducir vuelos, lo que actualizó un drama que se creía superado: el de los argentinos varados en el exterior.
En ese sentido la actual gestión presenta una originalidad: no resuelve los problemas, ni siquiera los deja atrás. Siempre reaparecen, como la idea de que todo se resuelve con prohibiciones, ya sea encerrando a la población, con cepos económicos o aislamiento internacional. El gobierno debería promover un cambio en el escudo nacional: la sustitución del gorro frigio por un candado.
La imagen más nítida del fracaso en el manejo del coronavirus quedó expuesta el jueves cuando los diputados kirchneristas votaron en contra de la reforma de la ley propuesta por Juntos para el Cambio para que las vacunas norteamericanas puedan ser usadas en el país. Como son las únicas aplicables a niños el impacto sobre el oficialismo fue devastador.
¿Resultado? Alberto Fernández puso por enésima vez la marcha atrás y corrigió la ley vigente por DNU. Para empeorar el mal trago Cafiero admitió públicamente que la decisión era producto de “un aprendizaje en el tiempo”. Un aprendizaje con más de 90 mil muertos.
La consecuencia política de estos desmanejos puede ser cuantificada sin mayores dificultades. Cristina Kirchner salió de campaña por el conurbano sin producir la conmoción mediática que acostumbra. Fue una noticia más en una agenda monopolizada por Pfizer.
La vice excluyó a Fernández de la tribuna, pero el presidente puede estar tranquilo: no se perdió nada. Para mal o para bien, el protagonista de la hora sigue siendo él.
Cuando Fernández llegó al poder se especuló acerca de las complicaciones que podrían surgir del doble comando. Respecto de la pandemia ese problema no existe. Ni el presidente ni la vice tiene tienen una propuesta coherente para salir de la actual situación más allá de la de encontrar sucesivos “culpables”: “surfers”, “runners”, madres de alumnos, niños que intercambian barbijos y personal de la salud que se relaja. A esa lista se sumaron esta semana los turistas. En particular, los aborrecidos argentinos que viajan a Miami a vacunarse.
Aunque parecía imposible que el kirchnerismo cometiera más errores con la pandemia, volvió a hacerlo. Dispuso internar en hoteles predeterminados a quienes regresaran país con la mira puesta en Mauricio Macri. La ministra de gobierno de la provincia lo amonestó en público advirtiéndole que no podría volver a su casa, pero 24 horas después también debió poner marcha atrás. Acosar al ex presidente hubiera sido hacerle el favor político de victimizarlo.
Desde Lomas de Zamora Cristina Kirchner dejó en claro que hará campaña por su cuenta y con dos ejes que excluyen al presidente. El primero es la presunta existencia de un paraíso perdido en el que los argentinos vivieron felices hasta 2015. En ese momento, según el relato de la vice, irrumpió el mal absoluto, el neoloberalismo. El segundo eje es el de la polarización. La oposición, como dijo literalmente, “odia a los argentinos”. Imposible cualquier acercamiento o “diálogo” con semejante enemigo de la patria. Adiós al volvimos mejores y al presidente del “consenso”. La incógnita es quién será el más beneficiado por su decisión de partir el electorado en dos.
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